Llueve el
verbo entre los adoquines; siente y gime… ©Rodrigo Fuster Palabra que besa y goza; vida que se desliza, por la calle del saber, y el placer...
La dama del tranvía...
No recuerdo
cuando dejé de ser feliz, no recuerdo cuando fue la última vez que le alcance
las nalgas a una mujer sólo para probar cuál sería su reacción. Y aunque las he
tocado toda mi vida, esas que tocaba antes por deporte, ahora, siempre actúo a
la segura.
No recuerdo
cuando deje de seducir con mis palabras y crear en las mujeres ese deseo oculto
que esconden todas. Ellas que siempre se sonrojaban y luego soltaban una
cachetada para decir que no, pero que luego se cruzaban en tu camino para que
las volvieras a pellizcar.
Eso volvió a
ser. Hoy se cruzó una de estas señoras en mi camino, mayor, tan mayor como
seductora.
Las delgadas
telas de su vestido me animaron como en esos tiempos. Al subir al tranvía, la
vi del principio del vagón. Tan señora y compuesta como su facha. Me acerqué
para mirarla de lejos, su delgada blusa oscura delataba la piel desnuda al otro
lado de la costura. Ahí me quedé, fijos mis ojos en el escote de su vestido, y
esos pezones que acusaban una excitación por esa mirada. A cada frenada del
carro, sus senos temblaban como gelatinas, pero no perdían su hidalga figura.
Carnosos y redondos como dos balones de basket. Era tan exquisita esa imagen
que no tarde en caer en trance, mientras otros empujaban atrás para abrir
espacio en el carro. Su cuerpo se fue acercando al mío produciendo temblores en
mis manos, hasta que estuvo al alcance de mis manos. Sudadas por la imagen de
esa mujer, deje que estas cayeran hacia abajo quedando al alcance de sus
nalgas. Lo demás es sabido. No demoraron en perder la tranquilidad y se posaron
delicadamente sobre sus carnes duras pero blandas a la vez, o debo decir
firmes. Pude sentir como su piel se acomodaba a la forma de mis inquietas
extremidades, y las dejé ser. Posada sobre el delgado vestido, la diestra fue
recorriendo sus voluptuosas formas, y sin apartarse, dejo sus glúteos descansar
en ella. Sentí como sus nalgas se habrían entre mis dedos, nada había entre
ellas. Desnudas bajo el oscuro vestido, se dejaron acariciar eternamente, hasta
que una frenada del brusco carro, dejó que estas se apretaran contra mis
genitales haciéndolo crecer como aisberg que emerge del ártico mar. Sentí el
roce de su carne que envolvía deliciosamente el erguido miembro oculto, también
desnudo tras las telas, moda que había adquirido en Buenos Aires cercano al mar
del plata, de turistas europeos que alivianaban sus maletas para recorrer el
mundo de la forma más liviana y menos trabajosa. Este tiritaba entre sus
nalgas, que curiosamente, como ventosas, envolvían mi sexo hasta sentir el
calor de su piel. Nada demoró en tomar un curioso vaivén la compuesta dama. Las
frotaciones se fueron intensificando sobre mi verga como una segunda piel,
mientras mis manos distraídas iban levantando sus faldas entre el congestionado
carro del tranvía. Su perfume entraba por mis fosas nasales hipnotizando mi
mente que se dejaba llevar por los acontecimientos. Cada roce era una
provocación para seguir adelante. Por un momento parecía que perdía el
conocimiento. Y no resistí más. Mis manos se dejaron llevar, deslizándose por
su ligero rozando suavemente su piel, y recorriendo sus caderas alcancé sus
senos, para estrujarlos entre mis manos. Ella se apretó a mí, y sin inmutarse,
llevó sus manos hasta alcanzar mi sexo embrutecido, y bajando el cierre, se introdujeron,
para con ligeros apretones y caricias, hacerlo explotar en sus manos. Luego
limpió el resultado en el interior de mi pantalón, hasta que unos curiosos ojos
de una colegiala se clavaron en sus senos, que eran recorridos descaradamente
por mis manos sin vergüenza. No demoró en voltear para soltar su mano
desocupada sobre mi rostro, al momento que mi sorprendida mano se agarraba
entre sus piernas para no caer, y tan bien agarrada quedó, que su cuerpo se
estremeció, para soltar con sorpresa, un chorro que corrió por sus piernas.
Lo
sub-realista de la imagen en el tranvía, hizo que las otras damas que iban en
el carro, gritaran como locas escapando del manicomio, a la vez que sobre mí,
caían una lluvia de manotazos de los supuestos caballeros que nos rodeaban,
hasta dejarme caer peligrosamente sobre la loza del paradero.
Todo fue muy
loco, pero la adrenalina que liberé, fue tan agradable como la sensación de
haber tocado esa piel lozana de mujer llena de experiencia y seducción. Me
pregunto ahora, ¿ qué estará sintiendo en estos momentos esta señora?....
El tranvía
se alejó golpeando los rieles, mientras que los duros adoquines enfriaban los
golpes que sentía.
Gustab,
atrevido.
Un relato que derrama un exquisito erotismo, muy cuidado y sobre todo... Roza lo poético.
ResponderEliminarGracias Ginebra, por presentarnos a Rodrigo Fuster.
Os felicito.
Mil besitos para cada uno.
Así es, mi querida, Ana… Tiene una narrativa que me encanta, un erotismo que cautiva, por esa magnífica expresión que te envuelve y te lleva…
EliminarGracias siempre por tus palabras y tu sentir… :-)
Bsoss y cariños enormes para ti ♥
¿Y qué te puedo decir de este maravilloso escritor y poeta, Rodrigo Fuster, si va dejando su arte desde hace tiempo en mi rinconcito y en tantos otros muchos lugares? le reconocería en cualquier lugar con otros trajes, es único en su manera escribiendo y latiendo.
ResponderEliminarMuchas gracias, preciosa Ginebra, por compartir tanto arte.
Besos enormes a los dos.
Totalmente de acuerdo contigo, mi preciosa María… Tiene un don especial para las letras y para transmitir emociones ;-)
EliminarGracias por tu sentir, por ser y estar…
Bsoss y cariños gigantes para ti!! ♥
Qué buen relato! Muy masculino, delicado y sensual!
ResponderEliminarAsí es, Luna… Difícil elegir entre sus letras… Te envuelven entre caricias y sentires…
EliminarGracias por tus palabras, querida amiga :-)
Bsoss y cariños enormes!♥
No recuerdo cómo exactamente llegué hasta ese rinconcito, seguramente fue ese título que llamó a esta Alma porteña... ¿cómo no ir por "Adoquines mojados"? ...y fue tremendo ...recuerdo haber "devorado" las historias de Gustab, aunque como siempre, me tomé mi tiempo para comentar (siempre suelo pensar que soy muy obvia y odio serlo... por eso paso en silencio) ...había decidido no escribir más, y su reciente regreso ha dibujado una sonrisa, porque es un lujo y un placer leerlo.
ResponderEliminarGin... con vos ya se me han acabado los cumplidos y adjetivos... sos grande, de ♥... besotes.
Mi querida amiga… Nada es obvio cuando se trata de lo que siente y vive cada uno, porque todos y cada uno somos especiales en nuestros pensamientos y comentarios… Y tú, eres un sol, toda tú…preciosa Alma…
EliminarY en cuanto a Rodrigo, cierto… Su regreso nos ha alegrado a tod@s los que le seguíamos, porque leerle es un gran lujo, es un momento en el que viajar entre esos adoquines, y sentir…sencilla y maravillosamente, sentir…
Gracias por ser y estar…
Bsoss y cariños enormes!! ♥
Muy vivido relato de un viaje en tranvía, tal vez llamado llamado deseo?
ResponderEliminarUn saludo.
Lo que sí es cierto, es que es un exquisito viaje a la piel que vibra y palpita, de la mano de su maravillosa pluma ;-)
EliminarGracias por tus palabras, querido Alfred… Es un placer que estés ahí :-)
Bsoss enormes!
El tipo este, tiene un toque porteño muy agradable, porque engancha las frases unas a otras muy fácil. Me da que no lo aprendió, que nació con ello.
ResponderEliminarMe llamó la atención el artificio del "cruce" "cruzado" temporal que emplea para meterte en el relato después de la presentación.
Me lo invita a café si lo ve de mi parte.
Para usted y para él
Kisssss y Kisssss
Hay cosas con las que se nace, de eso no hay ninguna duda…
EliminarRodrigo es uno de los muchos poetas que consigue adentrarte de lleno en su relato, olvidándote de espacio tiempo…
Queda transmitida tu invitación a café, Friné… Seguro que aceptará encantado ;-)
Gracias por tu visita y tus palabras…
Más Bsoss enormes para ti!! ♥
Uf, cuántos halagos , gracias a tí Ginebra y a todos los que se han dado un espacio para leerme, pero he de confesar que hay otros que me identifican más con mi actual forma de escribir, " el ensayo de Ginebra" es un hermoso relato, y no porque lo diga aquí, en su casa, sino que corona mi vuelta por estos lados de la literatura. https://adoquines-mojados.blogspot.cl/2016/09/el-ensayo-de-ginebra.htm
ResponderEliminarHalagos más que merecidos, Rodrigo… Y en cuanto a “el ensayo de Ginebra” qué decirte… Que invito desde aquí a todos nuestros amig@s y compañer@s de letras, para que se deleiten con él, porque es verdaderamente exquisito, y yo, no puedo más que agradecértelo, además de por tus palabras y complicidad, y el haberme permitido compartir en éste mi rinconcito, que también es vuestro.
EliminarBsoss enormes, amigo.